Medios mejores que ganen más

Por Blanca de Lizaur, PhD, MA, BA, Especialista en contenidos.

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Para todos Para: Revista

EL MISTERIO DEL ESPECTADOR PERDIDO tiene poco que ver con la Revolución Digital

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Un importante productor  me comentaba, preocupado,  que el cine como espectáculo estaba muriendo.  Y es que la asistencia a las salas  (en número de personas, no de dinero cobrado por entrar)  ha disminuido progresiva, constante y notablemente en los últimos treinta años.  Por un lado, él culpaba de esto a la crisis económica;  pero principalmente, y como muchos,  él culpaba al «video» de que la gente ya no acudiera a las salas cinematográficas, porque, ¿quién querría ir al cine, pudiendo divertirse en casa?

Esto, desde luego, suena lógico y razonable; pero adolece de un problema de contextualización adecuada.  ¿Por qué?  Pues porque si la culpa fuera del «video», sólo el cine habría perdido espectadores, y esto no es cierto:  La televisión en todo el mundo, también ha visto mermarse su público de manera dramática.  Por poner un ejemplo, pensemos que  hace diez años [1984]  las telenovelas de más éxito  rondaban los 70 puntos de rating,  siendo que el año pasado [1993] apenas si alcanzaron los 44 [y cuando se escribió la segunda versión de este artículo, en junio de 1995, andaban por los 30];  mientras que si la crisis económica fuera la culpable, entonces debería de haber aumentado el público de la televisión abierta  –cuya «recepción» es prácticamente gratuita para nosotros– en lugar de haberse reducido, lo mismo que la del cine.

Y hay más:  La disminución de asistencia a las salas cinematográficas  comenzó hace más de treinta años,  mientras que la crisis económica no se hizo presente de manera aguda en México sino hasta hace apenas unos catorce años  (si mal no recuerdo, hace dos sexenios y medio en nuestro país «administrábamos la abundancia» que nos traía el petróleo).

No es el cine el único medio que ha perdido público:  La existencia de los periódicos peligra por la caída monumental de su circulación, y las revistas más populares que venden los puestos de periódicos [o kioskos], han visto sus tirajes  reducirse en promedio a casi la mitad  (según declaran ellas mismas a sus compradores de publicidad).  Por dar dos ejemplos:  La revista TVyNovelas, que hace dos años publicaba el millón de ejemplares (catorcenales),  hoy sólo está vendiendo 697,338 ejemplares [primer trimestre de 1995], y las «Novelas con Corazón» (Jazmín, Bianca, Julia, Bárbara, Superromance y Deseo)  que publicaban en total 594,000 ejemplares (mensuales) al principio de 1991, hoy no venden ni siquiera la tercera parte, según afirman los voceadores.

Eso sí: El mercado de revistas de segunda mano (afuera de las estaciones del metro), se encuentra en su apogeo.  Por un Jazmín «viejito» (que tenga más de cinco años de «antigüedad»), se paga hasta el 50% de lo que se paga por uno nuevo ─y eso, sucio, desgastado y si se encuentra, puesto que nadie quiere desprenderse de ellos─.  Y por un Libro Vaquero viejito se puede pagar aún más.  Los Clásicos de Lágrimas y Risas, en sepia, seriados y viejitos, se compran (la historia completa) a precios increíbles –muy superiores a lo que costaron en su momento–.  En lo que se refiere al cine mexicano, basta ver con qué gusto la gente disfruta de Allá en el Rancho Grande, o de los clásicos de Pedro Infante, Jorge Negrete, Sara García, y Joaquín Pardavé –nuestro inefable «Don Susanito»–.

La culpa de la crisis de público  que sufren los medios, la tienen ellos mismos:  Quienes laboran en ellos  han despreciado al público (quisieran ser considerados artistas «serios»),  y sistemáticamente han ridiculizado los valores, ideas y creencias de la sociedad, cuando no directamente los han atacado, para parecer así más «originales» (¡haciendo arte popular!), y para «ser fieles sólo a sí mismos» (¡en un arte que se caracteriza por su estética colectiva!) –en fin: para no «venderse al público», pero quizas intentando venderse en cambio a colegas envidiosos, críticos trasnochados, subvenciones estatales condicionadas políticamente, y premios otorgados en concursos poco limpios, todos ellos con frecuencia sesgados ideológicamente…–.

Tengo en la mano la entrevista que en 1987 concedió un afamado autor de telenovelas –excelente escritor, por cierto–, en la que sarcásticamente llamó a su público «Tía Nela»; … y es a nosotros y nuestros hijos a quienes llamó así, pues nosotros formamos también parte de ese público.

Nos desprecian hasta el punto de creer que sólo morbo queremos, pero el error les está saliendo caro:  El departamento de radionovelas de «la voz de la América Latina»,  ha sido cerrado definitivamente [diciembre de 1994], por no haber podido conseguir ni siquiera el rating mínimo esperado.  Creyeron que atraerían nuestra atención con escenas carnales descritas más explícitamente que en una revista «para caballeros» (¡…!), pero fallaron:  Pese a lo que muchos creen, no es eso lo que el público busca; no es lo que nosotros buscamos.

Este desprecio inevitablemente ha terminado por filtrarse «en pantalla»,  lo que nos ha llevado a todos a reducir lo más posible nuestro «consumo» de medios.  Tenemos ese derecho.

Ahora que, como seguimos necesitando de la narrativa, tanto de ficción como de sucesos –éstas cumplen con diversas funciones sociales en cada uno de nosotros–, nos volcamos sobre las obras de segunda mano, sobre clásicos populares y obras «viejitas».  Lo hacemos a la espera de que los autores vuelvan a acordarse de que son uno más de nosotros –de que su función social es la de erigirse en portavoces de la voluntad y de los valores generales–, y no nuestro enemigo, ni mucho menos nuestro juez. No somos carne de horca, ni tenemos por qué lamer la mano de quien se siente con derecho a juzgarnos sin haberlo merecido con una vida ejemplar.

De ahí que aquellas primeras caricaturas y aquellas películas «blancas» o «rosas» (que para gustar a la gente no necesitaban ni lenguaje fuerte, ni violencia, ni lenguaje ofensivo, ni carne cruda y vísceras volando por los aires, ni formas extrañas de convivir, por ejemplo), sigan causando furor entre todos nosotros.  Y de ahí que aquel autor –el que nos llamó «Tía Nela»–  no haya vuelto a obtener un éxito importante (salvo en la repetición de una obra anterior)  desde que publicó dicha entrevista.

Después de todo, nosotros merecemos respeto, y nuestros gustos, valores, ideas y creencias también.


ACTUALIZACIÓN AÑADIDA EL 26 DE NOVIEMBRE DE 2011:

Hoy en día se culpa a la Revolución Digital –a la popularización de internet y los dispositivos portátiles, y la forma como éstos cambian nuestras vidas– de la caída de ventas de los medios de comunicación tradicionales y electrónicos.  El artículo que estamos comentando, publicado originalmente en 1994, es prueba evidente de la falsedad de este mito, ya que cuando el internet apenas tenía un año de nacido oficialmente, y gozaba de mucho menos alcance en México, los medios ya llevaban años (en algunos casos) o décadas (en otros)  perdiendo a segmentos importantes de su público.

Tan es así, que ninguna de las obras de las que da cuenta el artículo, recuperó ventas en los años que han transcurrido desde entonces:

Los «libros»  (El Libro Vaquero, El Libro Semanal, El Libro Sentimental, etc.) de la editorial Novedades –narraciones melodramáticas de gran longitud, en formato de historieta (blanco y negro, o blanco y sepia)– que durante décadas se mantuvieron como los campeones de ventas de la revista ilustrada en México–, ya desaparecieron del mercado  en su gran mayoría.

Los «jazmines», igualmente, ya dejaron de publicarse en México; y los pocos que se siguen vendiendo, son importados de España a un precio mucho más alto.

La asistencia a los cines sigue disminuyendo, para sólo subir temporalmente cuando se invierte ingentes cantidades de dinero en modificar las salas y la tecnología (esto es: en llamar la atención del público por medio de la evolución tecnológica, y no por los contenidos); pero nunca por tiempo suficiente como para que la industria completa pueda recuperarse.

Los ratings de las telenovelas de más éxito con el público, tocaron fondo por los 17 puntos.  ¿Qué pudo inmovilizarlos ahí súbitamente?,  Quizás las compañías de televisión «dejaron de creer en las agencias medidoras de audiencia…».   Quizás alcanzaron el menor nivel posible de «máximo-público» para una obra «de éxito», y que refleja a aquel que no está dispuesto a migrar a los nuevos formatos, o que por enfermedad, vejez o escasez de recursos sigue consumiendo televisión convencional, sin importar los contenidos que le pongan.  Cabe también la posibilidad de que, cuando menos en algunos casos, las televisoras hayan comenzado a «comprar» (alterar) los ratings oficiales, como se infiere por un juicio que, hasta donde sabemos, todavía se está litigando en la República del Uruguay –lo cual también permitiría explicar por qué estas cifras se han mantenido, sin una constatación de «experiencia social de consumo» correlativa–.

Los productos derivados de las telenovelas mexicanas, lógicamente, han sufrido como consecuencia de ello: La revista TVyNovelas, por ejemplo, que sigue siendo de las más vendidas en México, no alcanza a publicar ni una mínima parte de los ejemplares que colocaba en todo el país en 1987, cuando los escándalos no eran parte de sus contenidos.

Los periódicos en España regalan películas, croissants y otros artículos, o intentan enganchar al lector (o más bien: al comprador) con promociones de artículos no periodísticos (aspiradoras, balones, etc…), pero que sólo puede adquirir quien ha comprado el periódico durante un cierto número de días –lo que permite «garantizar» a sus anunciantes un mínimo de compradores potenciales…–.

También en España –por confesión del director de programación cinematográfica de una cadena nacional (Antena 3) en el reciente III Foro de las Industrias Culturales (noviembre de 2011)–, sólo consiguen levantar los índices de público automática y notablemente cuando retransmiten una película «viejita» de la actriz Marisol, que fácilmente consigue el 30 % del share.  Pese a ello, los productores de cine se niegan sistemáticamente a crear películas dirigidas al público infantil, juvenil y familiar, …si es que todavía saben cómo hacerlo.  Por su parte, el director del festival de cine Fantastic de Barcelona reconoció que nunca ha habido mayor consumo de cine que en nuestros días, pero que lo que la gente más ve son las películas de los años 80, aunque se las sepa ya de memoria (¡pese al «hazlos reír, hazlos llorar, pero sobre todo, hazlos esperar ansiosamente lo que sigue», que la gente de «medios» repetía incansablemente!).

Asimismo en el foro, el representante de TeleCinco reconoció que, sumando el rating de las 3 cadenas nacionales de mayor audiencia –reunidas las tres– apenas si llegan a la mitad de la población que eran capaces de convocar hace tan sólo 15 años ante los televisores…  Y esto corrobora lo que ya hemos dicho en otras ocasiones, en cuanto a que se está hablando de «shares» y no de porcentajes totales de audiencia, para esconder que cada vez ve la tele menos gente.

Al revés que los productos «profesionales» de los medios, los contenidos autogenerados por el público y transmitidos por internet –pensemos en lo que la gente sube a FaceBook, Twitter, YouTube, o se manda por correo electrónico (cadenas, etc.)…–, son en su abrumadora mayoría absolutamente «limpios» –esto es: no colisionan con los valores, ideas y creencias mayoritarios de su sociedad–

Cfr. con el estudio ganador del concurso científico nacional de Irlanda, respecto de qué consumen los adolescentes de distintos países europeos en YouTube:

[Link al comunicado de prensa: Nótese que, pese a que los jóvenes fueron invitados a mostrar sus resultados a la London School of Economics y a la sede central de Google Europa, la nota fue borrada del servidor de Irish Press Releases y de las búsquedas de Google]

[Link al reporte presentado por el centro que organizó la investigación)][Posteriormente borrado también, en marzo de 2015…].

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¡Y vaya si gustan estos contenidos más «limpios»!; la gente los consume adictivamente.

La sociedad no puede enviar a los medios de comunicación un mensaje más claro y contundente –no puede presentar su caso con más fuerza–.
¿A qué esperan los medios para reaccionar…?

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Fuente de la ilustración: Banco de imágenes DreamsTime.com (© Satori13)

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ARTÍCULO PUBLICADO ORIGINALMENTE EN

(DATOS BIBLIOGRÁFICOS/HEMEROGRÁFICOS/VIDEOGRÁFICOS DE LA FUENTE):

Blanca de Lizaur;  «Hablando de los ‘medios’: El misterio del espectador perdido», Humanidades de la UNAM # 93 [1994], págs. 3 y 16.

Actualmente disponible en (repositorio):  http://www.mejoresmedios.org

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4 COMENTARIOS

  1. ENGLISH [TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL, COMO RESPUESTA A ESTE POST]:

    In the following TED talk a professional journalist shows with numbers, that the general audience do care about knowing what is happening in the world, but no longer trust habitual news sources:

    • ESPAÑOL [ENGLISH TRANSLATION JUST ABOVE]:
      En la siguiente charla TED, una periodista profesional demuestra con números que a la audiencia mayoritaria sí le importa saber qué está pasando en el mundo, pero ya no confía en las fuentes habituales de información:

  2. Me gusta tu enfoque y creo que realmente es parte de la respuesta. Sin embargo, también creo que los medios digitales están cambiando globalmente la forma de consumir información y conocimientos.

    De hecho fíjate en Youtube, la mayor videoteca del mundo. El observarlo nos da fe de que lo dices en este articulo es verdad, pero al mismo tiempo nos confirma de que sitios como las bibliotecas (tal como eran) o la televisión por cable, ya no tienen sentido.

    Un abrazo y espero con ansias leer más de tus artículos.

    • ¡Hola, Maravilhion!:
      Tienes la razón al decir que está cambiando la manera como procesamos la información, y que mucha gente ya no puede enfrentarse a un texto de los de toda la vida, sin color ni movimiento, lo que también merma grandemente las ventas de los medios de comunicación tradicionales.
      Ahora bien, cuando el contenido de los medios es más afín a los valores, ideas y creencias del público –menos lo que «la agenda» pide, y más lo que la gente quiere–, incluso el texto puro y duro, se vende bien.
      Y prueba de ello las impresionantes ventas de los libros de Harry Potter (que no están exentos de contestación con respecto de los valores tradicionales, pero que no tienen empacho en dividir al mundo en «buenos» y «malos», y en castigar a los «malos», por ejemplo). O el éxito absolutamente arrasador e inesperado del documental cinematográfico La última cima, que superó incluso a las superproducciones estadounidenses en España (tanto a Harry Potter como a Sexo en Nueva York, por ejemplo); y que duró 6 meses en pantalla en contra de las tendencias actuales de ventas del gremio, y de las previsiones de los «expertos» –pues si se extendió a cientos de salas, fue por presión del público y no por apertura de los distribuidores (ver vídeo trailers en: https://www.infinitomasuno.org/producciones/la-ultima-cima/ y http://vimeo.com/32257765)–.

      Un punto que ni tú ni yo mencionamos, por cierto, y que también es relevante, es el de la piratería. Pero es un tema «resbaloso», que da para un artículo aparte –por eso evité tocarlo aquí–. Baste –por ahora– señalar que nada es lo que parece cuando hablamos de ella, pues no faltan los casos de productores originales, que también fabrican/distribuyen copias pirata…

      ¡Gracias por tu comentario!; es un placer tenerte por aquí
      ¡Hasta la próxima!

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