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Por Blanca de Lizaur, PhD, MA, BA, Especialista en contenidos.

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Para las audiencias Revista

Cómo escribir una película, PARA QUE DIGA LO QUE QUIERO

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El “mensaje” del autor

            Hace muchos años un maestro de la facultad se negó a explicar lo que era el “mensaje” de una obra, alegando que él mismo no lo sabía. Yo asumí en aquel entonces, que el astuto investigador evitaba así enfrentarse con los valores, ideas y creencias de sus alumnos, ya que el mensaje de una “historia” pone en evidencia, precisamente, la ideología del autor.

La ideología –y esto es importante recalcarlo– es parte de lo que le da sabor a una obra, y potencia (positiva o negativamente) los sentimientos que ella despierta en nosotros. De ahí que la versión “políticamente correcta” (sin ideología) de un cuento como Blanca Nieves, tenga tan poco sabor narrativo, y ningún éxito de ventas, pese a las loables intenciones de sus autores (en ella se omitió la palabra “enanos” por sensibilidad hacia éstos, además de que no hubo boda final entre ella y el príncipe para que el matrimonio no fuera visto como un premio al que aspirar, dado que no todo el mundo nace para la vida en pareja).

¿Pero cómo explicar qué es el “mensaje”? El otro día vi la película Evelyn (del actor Pierce Brosnan), que se presta para ilustrar este punto fácilmente.

            Evelyn cuenta la historia de un “muchachón” irlandés –Desmond Doyle, alias “Dessie”–, artesano fino de la construcción (maestro yesero), que lleva tiempo sin trabajo y se la pasa en la taberna bebiendo. Cuando no está ahí, lo encontramos en su casa, cantando con su padre alguna vieja canción, y bebiendo aún más. Generalmente va mal rasurado, y con el pelo cerdo; pero –eso sí– siempre demuestra un gran amor por sus hijos, lo cual no lo lleva a cambiar. Su esposa, claro está, se cansa de una situación así, y termina por marcharse con un inglés (¡crimen contra la patria irlandesa!), que se la lleva lejos. Y, al parecer, no vuelve a interesarse por sus hijos, aunque sí manda noticias a su propia madre. Ésta, preocupada por los niños, denuncia a su yerno como incapaz de criarlos.

El juez determina que, efectivamente, este varón no está en condiciones, ni de cuidar de sus hijos, ni tampoco de proveer para sus necesidades materiales; así que pone a los niños bajo custodia del Estado. El Estado, a su vez y para quitarse de problemas, los manda a sendos internados católicos donde –al decir de una de las estudiantes– se encuentra la mitad de las niñas de Irlanda. No me cuesta creerlo, porque si el Estado Mexicano pretendiera hacer lo mismo, ¡pocos niños quedarían en sus casas!

Nuestro protagonista lucha denodadamente por sacar de ahí a sus hijos (e incluso intenta robárselos), pero lógicamente no lo consigue puesto que sigue sucio, bebiendo y sin trabajo. Así que por amor a ellos, primero se pone a trabajar en lo que encuentra, luego en su oficio, después deja de beber, y con el tiempo hasta empieza a lavarse, rasurarse y arreglarse. ¡Cuando su “historia” llega a los “medios”, aprende incluso a expresarse, para conseguir el respeto y el apoyo de la gente, que necesita para presionar a las autoridades!

Al final vence en un juicio contra el Estado, que se ve obligado a reformar la ley, y a devolverle a los niños. Y nosotros, como espectadores, nos alegramos de su triunfo, y lloramos de emoción cuando recupera a sus hijos…

¿Cuál es el mensaje de esta obra?  Para saberlo, tenemos que preguntarnos:  ¿Qué sentí al ver la obra?  ¿Qué me hizo pensar?  ¿A qué conclusiones quería el autor que llegara yo?  ¿Qué información omitió el escritor, y cuál recalcó, para hacernos compartir su punto de vista?

Analicemos Evelyn:

La villana de la obra es la mujer del protagonista, pese a que aparece poco.  Siempre es recordada de manera negativa, y lo menos que dicen de ella es que era una “perra”. La película no nos ofrece ni siquiera una disculpa para la mujer.  Pero, ¿acaso la vida no era insoportable al lado de él  antes de que dejase la bebida y se pusiese a trabajar? El sesgo en contra de la Sra. Doyle, por lo mismo, es claro.

El segundo villano más importante de la “historia” es el Estado Irlandés. ¿Por qué? Por querer que todos los niños irlandeses tengan alimento, vestido, y escolarización a la fuerza –esto es: por dárselo, arrebatando a los hijos de sus padres–. El tercer villano de la historia, naturalmente, son los hospicios que recogen a estos niños.

En el que acoge a la hija de “Dessie”, Evelyn, hay una monja mala-mala, que se llama Brigitte (…la “bruja” de la “historia”…) Un día ella pierde la paciencia, y abofetea injustamente a la niña. Nadie debe nunca de perder el control, y mucho menos llegar a las cachetadas –a los bofetones– con un niñ@. Ahora bien, la mujer está exasperada porque con tanta niña que cuidar –y que la odian como si hubiera sido ella quien las arrancó de sus padres–, no hay descanso posible: Sólo vemos a tres monjas ocupándose de todas las niñas. Entre ellas tienen que sacar todo el trabajo adelante: Hacen de maestras, de cocineras, de peluqueras, y hasta las bañan y despiojan cuando llegan.

Para el Estado es muy fácil mandar ahí a las niñas, pero hay pocas monjas, muchas niñas, y poco dinero. No obstante, en la película claramente se establece que el Estado y la Iglesia conspiran para arrancar a los hijos de sus padres. Habría qué preguntarse qué ganan con ello, para poder creerlo en verdad.

El héroe de la historia, lógicamente, es el papá de Evelyn –encarnado por Pierce Brosnan– que, apoyado por el pueblo irlandés lucha contra las instituciones para recuperar a sus hijos. Esto es: El varón iracundo y permanentemente alcoholizado, de cuyo intolerable aliento hace mención hasta su abogado; y que ha obligado a su esposa a huir de casa, no sólo por los sueldos que nunca les llevó a ella y a la niña, sino porque eso de trabajar y limpiarse, a él …no se le daba –una mujer a la que, según la película, él “debía de haberle pegado” porque así se habría portado mejor–.

Si bien nada justifica el arrancar a un niño de su hogar, esta película logra que los villanos parezcan héroes, mientras que los que tratan inútilmente de hacer algo para arreglar las cosas, son atacados. Esto lo logra el autor omitiendo los atenuantes que excusan a la esposa del protagonista, exagerando la bondad y los logros de él, y satanizando a todo el que se opone a sus deseos.

Así, aunque en la película no escuchemos arengas políticas, religiosas (o anti-religiosas) o nacionalistas, la narración misma está construida para hacernos compartir injustamente el punto de vista del autor en estos temas. Lukacs decía que el autor siempre es partidista, pues siempre hace proselitismo de una causa o de otra. La objetividad no es posible –decía–  por cuanto el escritor selecciona los fragmentos de realidad que le convienen  para apoyar sus propios postulados.

¿Cómo lo comprobamos? Preguntándonos si la misma “historia” podía haber sido contada de otra forma. Y sì, si hubiera sido contada de otra manera, Evelyn, por ejemplo, podía haber sido usada, o bien para reivindicar los derechos de la mujer en contra del varón que no sabe ser un compañero responsable, ya no digamos amoroso, o bien como historia de “superación por amor”, ya que él –si no le hubieran quitado a los hijos– nunca habría cambiado. Y su mérito realmente es mucho, porque realmente logró mucho por ellos.

A todos nos conviene aprender a detectar la ideología de una obra (sea que se trate de una película, una telenovela, un videojuego, un programa de radio, una historieta, un libro o una revista; o actualmente de un vídeo de YouTube o una página de internet…). No tiene sentido que luchemos porque las obras no lleven carga ideológica, como se está diciendo ahora. Esto les quita todo su “sabor”, y además atenta contra la libertad de expresión que poco a poco vamos intentando conquistar. Pero sí tiene sentido el aprender a detectar qué “sazonadores”, qué saborizantes, emplea cada autor, para “llevar el agua a su molino” –para hacernos creer en lo mismo en lo que ella (o él) cree–.

Si aprendemos a ver así las cosas, seremos más libres, porque no permitiremos que –por medio de una reacción emocional y visceral ante los sufrimientos de los personajes– alguien nos lleve como “carne de cañón” a combatir en un “frente de guerra” que quizás no es el nuestro, o que quizás no es bueno.

La última escena de una película suele ser clave para confirmar que hemos desentrañado correctamente su mensaje ideológico, en función de los “premios” que la narración da a los vencedores, y de los “castigos” que otorga a los perdedores. En Evelyn, el héroe se prepara para celebrar la cena de Navidad, que por fin podrá disfrutar con sus hijos. La casa ahora sí está pintada, adornada y hermosa, y hay comida en la cocina –no como al principio–. Y al lado de Desmond está la mujer que ama –no su esposa– que idílicamente prepara el pavo que se van a comer. Ambos se funden en un beso cuando la niña no los ve.

No olvidemos que Irlanda es un país que, como Malta, sigue sin comprender el divorcio civil. Y que hay grupos ideológicos, políticos y económicos interesados en que sea bien visto socialmente, para que las leyes lo puedan aprobar.

El mensaje de la película, por lo mismo es claro; se trata de la intención ideológica de su autor.

ARTÍCULO PUBLICADO ORIGINALMENTE EN

(DATOS BIBLIOGRÁFICOS/HEMEROGRÁFICOS/VIDEOGRÁFICOS DE LA FUENTE):

Blanca de Lizaur; “El mensaje del autor…, o Cómo escribir una película para que diga lo que quiero”; Humanidades de la UNAM # 250 [2003]; págs. 8 y 22.

Actualmente disponible en (repositorio):  http://www.mejoresmedios.org

3 COMENTARIOS

  1. Blanca: Tu comentario, análisis, interpretación, muy acertado. De acuerdo cien por cien contigo. En esta suciedad –digo: sociedad–, todo esta controlado, todo lleva consigo un mensaje, un objetivo, un interés (de grupo). ¡Gracias!

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