Medios mejores que ganen más

Por Blanca de Lizaur, PhD, MA, BA, Especialista en contenidos.

|
|
Para gente de medios Revista

“Diccionario” de PROFESIONES DOMÉSTICAS para gente de medios

Read Time:12 Minute, 40 Second

Nuestros escritores de telenovela, se han lanzado con singular alegría a llamar “institutrices” a las “niñeras”, sin tener la más remota idea de cuál es la diferencia entre ambas.

Su meta, muy loable, es invitarnos a hablar de ellas con más respeto. Para ello, en mi opinión, no hace falta violentar nuestro idioma, sino recordar que son seres humanos, y que las necesitamos grandemente, en este mundo en el que tanto el padre como la madre se ven muchas veces obligados a trabajar fuera del hogar.

En el mundo judeo-cristiano, un empleado doméstico sostiene con sus patrones una relación, mitad profesional, mitad de parentesco, llamada “relación heril”. Las obligaciones que las religiones judeo-cristianas marcan al patrón de un empleado doméstico, se acercan mucho a las que el jefe de familia tiene hacia los parientes. Se los llamaba “criados” porque se crían como parte de la familia sin serlo, “sirvientes” porque dan servicio (“sirven”), que es un verbo mucho más digno y amable que “se emplean”, debido a que se espera un compromiso de lealtad entre ellos y la familia, que no se espera de (y hacia) un asalariado cualquiera. Sin ellos, sus patrones no podrían dedicarse en cuerpo y alma a tareas más especializadas, ni sobresalir profesionalmente.

El ascenso profesional de un empleado doméstico se mide de manera diferente que en una compañía. Sabemos que va mejorando, porque se le otorga una mayor confianza, porque se le da un trato más familiar (sin dejar de ser respetuoso), porque constatamos una mejora en sus condiciones de vida dentro de la familia, además de porque mejore su sueldo, aunque su puesto siga siendo el mismo. La prueba de su valía se mide en función del tiempo que ha permanecido en una casa, y no sólo de la habilidad con que desempeña su quehacer.

Nuestra cultura, en un hogar desahogado, exige que el empleado doméstico cuente con una zona de vida (y habitación) propia, aparte de las de los patrones, para que tenga dónde sentirse a gusto, sin la presión de la familia, pero respetando sus costumbres. Un buen patrón, por su parte, debe respetar las creencias y moral de su empleado.

Quien los trate como “gatos” merece no tener nunca un buen empleado doméstico, que dure en su casa, y a quien pueda llegar a considerar como parte de la familia.

Una vez establecido esto, listemos las profesiones domésticas más habituales de los últimos cien años:


Nodriza, ama (de cría), o pilmama: La que amamantaba al bebé de otra mujer. Cuando la leche se les acababa, muchas veces se quedaban en la casa como niñeras, bajo el nombre de “ama seca”. En nuestro país esto ha caído en desuso; yo por lo menos, no he conocido ninguna.

Nana, niñera, aña o aya: La que cuida al niño (o los niños), se ocupa de que coman a sus horas, de bañarlos y vestirlos, de jugar con ellos y de cuidarlos cuando se enferman. Se espera que mantenga una relación afectuosa con los niños que cuidan.

∙ Señorita de compañía: Persona contratada para aliviar la soledad de una anciana, o (muy antiguamente) para acompañar a las jovencitas de la casa, para protegerlas de su ignorancia del mundo, e impedir que caigan en malas compañías.

Preceptor o institutriz: Maestro profesional, titulado, que vive con la familia, y que es contratado cuando el niño no puede asistir a la escuela normalmente (por ejemplo, cuando la familia viaja mucho, cuando el niño está enfermo, cuando se vive lejos de una población con instituciones escolares, etc.). Es rarísimo encontrarse uno hoy en día, pero todavía los hay –de hecho, en los países en los que la hostilidad del ambiente escolar se ha recrudecido más allá de lo tolerable, están volviendo a aparecer–.

Maestro/a particular: Persona que da lecciones particulares a algún miembro de la familia Acude a la casa, pero no vive en ella. Lo mismo puede ser contratado para ayudar a los niños con sus tareas escolares, que para que los padres aprendan música, cocina, buenos modales o historia del arte.

Ama de llaves/mayordomo: No son lo mismo; el ama de llaves ocupa el lugar de la señora de la casa cuando ésta viaja mucho por trabajo, cuando ha muerto, o cuando los patrones se han divorciado, por ejemplo. Se ocupa del administrar la casa; esto es: de los gastos, de las reparaciones, de dar órdenes a los demás empleados domésticos (incluyendo contratarlos o despedirlos, cuando sea necesario), de que la comida diaria sea adecuada y suficiente, servida al uso de la familia, etc. Había caído en desuso, pero está volviendo a aparecer debido a la creciente desintegración familiar. Lo peculiar es que actualmente puede tratarse de un pariente o amigo, al que se recurre en una situación de emergencia, y de cuyo apoyo después ya no se quiere carecer.

En nuestro país ciertamente ya no es habitual contar con un mayordomo en casa, …si es que algún día existió. Tiene un puesto superior al de los demás empleados, recibe a los invitados, les ofrece algo, y se ocupa principalmente del comedor y de la “logística” de los eventos especiales (se supone que tiene conocimientos culinarios y de enología, de puros, de música, de protocolo, etc.). Puede opinar negativamente sobre el trabajo del ama de llaves (por celos profesionales, a veces), o de otros empleados domésticos. En las novelas, parece siempre ser muy respetado por los demás, adicto a la familia, y suele llamarse Jaime.

Cocinero/a: Persona que se ocupa de preparar las comidas, evidentemente. Tiene un sueldo mayor al de una recamarera y al de algunos otros empleados domésticos, debido a que posee conocimientos especializados. Mientras mejor es su sazón, mejor es también su sueldo. Actualmente, sin embargo, ni el mejor sazón sobrevive ante los recortes impuestos por las dietas médicas o de adelgazar. Comer sabroso parece que pasará pronto a la historia. Los niños estadounidenses en general, según me comentó una amiga que es maestra ahí, creen que cocinar es sacar la comida de una caja, y calentarla. Ante la creciente profesionalización de esta carrera, y la también creciente consciencia del daño que pueden producir los alimentos industrializados, sin embargo, no cabe duda de que pronto los veremos otra vez entre nosotros.

Ayudante de cocina: En casas donde se “recibe” mucho, es la persona que ayuda al cocinero a preparar las comidas. No tiene caso decir que rebana, pica y lava los trastes, porque hoy en día, en una casa en la que se puedan dar el lujo de tener un “ayudante de cocina”, cabe suponer que también habrá lavadoras de platos, procesadores de alimentos, y otros aparatos semejantes que puedan ocuparse de esas tareas.

Recamarera: Persona que se ocupa de la limpieza interior de la casa; es decir: de hacer las camas, quitar el polvo, limpiar los baños, aspirar, etc. En una casa normal con no mucho quehacer, también se ocupan de lavar y planchar la ropa.

Muchacha/sirvienta: Son lo que antes se llamaba “el criado para todo”. Hoy por hoy, en la mayor parte de las casas, no hay dinero suficiente como para tener varios sirvientes, y solamente se cuenta con el empleado doméstico que se ocupa igual de la cocina, que del lavado de la ropa, del lavado de los coches, el cuidado de los niños, etc. Por lo mismo, se puede decir que es la profesión doméstica más popular en nuestros días. Estas palabras también se usan para hablar de los empleados domésticos en general. Cuando se dice que son “de entrada por salida” significa que no duermen en la casa, sino que llegan temprano por la mañana, trabajan, comen, y se marchan después de comer. Su paga, entonces, se cotiza por día (en México) y por hora (en el extranjero; y en este caso lógicamente el sueldo se calcula por horas efectivas de trabajo).

Lavandera: Persona que se ocupa únicamente del lavado y planchado de la ropa. Son frecuentes en casas con muchos niños. Las hay todavía que cobran por pieza.

Mozo: Persona joven, que ayuda con las faenas duras de la casa (cambiar focos, cargar muebles, bañar al perro, limpiar la plata, etc.).

∙ Mesero: Persona que ayuda a servir la mesa en casas que “reciben” mucho (que frecuentemente organizan comidas y celebraciones elaboradas). Enseñarlos es la pesadilla de sus jefes, porque tardan más en aprender que en irse.

Jardinero/a: Persona que se ocupa de las plantas que haya en la casa, de podarlas e injertarlas cuando la estación o la situación lo requieran, de cortar el pasto, etc. En el caso de grandes empresas o instituciones, es casi un “arquitecto ambiental”, que se ocupa de la belleza de los jardines. En la realidad de un hogar normal, sin embargo, apenas si saben cortar el pasto, podar las plantas y poner abono; pero esto basta para que se ganen honradamente la vida.

Chofer/a: Pese a la creencia de nuestros escritores de telenovelas, los choferes de hoy, en México, no usan libreas (y menos como la levita del de La usurpadora, que lo asemejaba casi a un ministro religioso). Suelen usar un pantalón de gabardina, y una camisa de algodón. Ocasionalmente los he visto de guayabera o de traje-y-corbata (sobre todo los que trabajan para alguna dependencia gubernamental o empresa importante), pero nunca con leontina (la cadena de la que cuelga un reloj antiguo que se engancha al pantalón, y se guarda en el bolsillo). El chofer, naturalmente, es el que maneja el coche de la casa (o los coches, en casas muy pudientes). Idealmente tienen conocimientos de mecánica (por lo cual antiguamente los llamaban “mecánicos”), y saben leer la guía de calles (por ejemplo: la guía Roji), [y hoy en día: saben usar el GPS para llegar a algún sitio, conocen atajos extraordinarios a los lugares a los que queremos ir, y recuerdan de memoria los sitios a los que acostumbramos ir]. Esto sin embargo, es casi tan raro como que usen librea; hoy, quienes los necesitan y pueden pagar, se conforman con que no sean ladrones, sean respetuosos, y tengan licencia de conducir. Si alguna vez conoce alguno así, otórguele el respeto que merece, porque es una joya.

∙ Portero/a: Muy común en nuestros días por el auge de los condominios, es la persona que se ocupa, como su nombre lo dice, de la puerta. Esto es: de recibir el correo y repartirlo, atender a los visitantes y alejar a los indeseables, recibir el camión del gas, dar recados, lavar los coches, limpiar las “áreas comunes”, y otros menesteres por el estilo. Suelen vivir con su familia a la puerta del edificio o conjunto, aunque hoy en día están siendo substituidos por guardias uniformados, que se van cuando llega el del siguiente turno. En España les ha dado por llamarse a sí mismos conserjes, siendo que éstos no son sino custodios encargados de la limpieza y llaves de un edificio público (según el Diccionario de la Real Academia); es decir: de edificios donde la gente no vive sino que trabaja.

Guardaespaldas, escolta, o “guarura”: Profesión muy socorrida en nuestro país, dadas las circunstancias actuales. Al parecer, visten de traje, usan coche con placa especial (número triple hoy en día; letra triple antiguamente), manejan como bestias, y siguen a la persona que tienen que proteger por todas partes. Según dice la sabiduría popular, son prepotentes, invaden los garajes de los vecinos, y no respetan los señalamientos de tránsito. Trabajan 24 horas al día, y supe de uno que fue despedido porque se quedó dormido mientras esperaba a su jefe. Nunca he tratado a uno en la vida real, y tampoco salen mucho en las novelas, de manera que no puedo decir más de ellos.

Ayuda de cámara o valet/doncella: Era el empleado encargado de la ropa y los enseres personales del patrón, de ayudarlo a vestirse, de rasurarlo/peinarlo/maquillarlo, etc. Tampoco he visto nunca uno, como no sea en el mundo del teatro y de los “medios”, pero me consta que la gente mayor, que ha perdido fuerza y habilidad en las manos, se beneficiaría mucho de su apoyo.

También hay enfermeros y cuidadores, costureras y sastres, maquillistas, peluqueros/peinadoras, y masajistas. Los dos primeros suelen permanecer con la familia mientras hay un enfermo delicado que atender, que no amerite hospitalización; los demás acuden al domicilio de la familia cuando hacen falta, y cobran por visita dependiendo del servicio que presten y del tiempo que éste se lleve. No se los puede considerar propiamente empleados domésticos, porque rara vez se los descubre viviendo con la familia. Son, más bien, profesionales independientes.


Sugiero que hagamos copias de este artículo, y se las regalemos a todos los escritores, actores y productores de telenovela que conozcamos. Con suerte y un día podamos oírlos usar la palabra “institutriz” en el lugar justo, sin que dejen atrás su muy loable y necesario esfuerzo de dignificación de las profesiones domésticas.

Yo propongo que incluso sean elevadas a la categoría de profesiones protegidas por la Constitución, con premios y medallas a los más sobresalientes (en España, el Ministerio del Trabajo otorga medallas a los que llegan a trabajar 40 años para una misma familia, por ejemplo), así como con castigos ejemplares a los que abusen de ellos.

La vida deja de ser vida, cuando al morir no llora por nosotros ni siquiera la persona que, como empleado, ha vivido con nosotros más tiempo que nuestros propios padres; el día que los niños no tienen más opción que la guardería (pese a que algunas sean muy buenas), el día que –demasiado enfermos como para trabajar, pero no tanto como para ir al hospital– deja de haber una muchacha que nos lleve un caldo a la cama, y lave nuestra ropa.

Su sola permanencia en el hogar, contestando el teléfono y atendiendo la puerta, lo vuelve más amable. E incluso lo protege del tipo de ladrón que busca la casa que permanece vacía durante la larga jornada de trabajo.

Todo esto, claro está, cuando el empleado doméstico es honrado, leal, y merece verdaderamente ser considerado parte de la familia, cuando no abusa de sus privilegios ni pretende enganchar al señorito de la familia o heredar a la mala a la viejita que cuida.

O dicho en otras palabras: ¡Qué buena es la vida para todos, cuando cada uno  –patrones, empleados, gobernantes, gobernados, vendedores, compradores, maestros, alumnos, etc.– hace lo que le toca con alegría y de la mejor forma posible!  Todo el que abusa de su patrón, o de su empleado o servidor –en el caso que nos ocupa ahora–, generando resentimiento en el engañado y justificándolo para después tratar mal a los siguientes que se topen con él en su camino, nos hace mucho daño a todos; es un verdadero –sea pequeño o grande– destructor de la sociedad.

Fuente de la ilustración: Banco de imágenes DreamsTime.com (© Patrick)

ARTÍCULO PUBLICADO ORIGINALMENTE EN

(DATOS BIBLIOGRÁFICOS/HEMEROGRÁFICOS/VIDEOGRÁFICOS DE LA FUENTE):

Blanca de Lizaur; “[Diccionario de] Profesiones domésticas I”, en Humanidades de la UNAM # 174 [1998], págs. 28 (contraportada) y 25;  y “[Diccionario de] Profesiones domésticas II”,  en Humanidades de la UNAM # 175 [1998], pág. 8.

Actualmente disponible  en (repositorio):  http://www.mejoresmedios.org

1 COMENTARIO

  1. ESPAÑOL: [ENGLISH TRANSLATION FOLLOWS]

    Durante los años que he vivido en Europa, he visto llegar de otros países a gente muy valiosa, huyendo de países en guerra, de la persecución política, de regiones ricas en cultura pero depauperadas económicamente –vamos: sin esperanzas de futuro–:
    Me refiero a gente que muchas veces cuenta con estudios universitarios, o proveniente de familias de «buen nivel» en sus países de origen, y que en el Viejo Continente no encuentran trabajo sino como empleados domésticos.

    Una vez aquí, y salvo que tengan mucha suerte, les toca convivir con personas o familias que frecuentemente …no les dan una buena imagen de su país –cuyos valores, ideas y creencias, y cuya formación y comportamiento, distan un mundo del de sus servidores domésticos–.

    El acoso y maltrato, el engaño, el robo en sus pagos y beneficios, e incluso el abuso sexual (de todo tipo), es mucho más frecuente de lo que creemos.

    Así las cosas, no es raro que el empleado agradezca que no lo obliguen a convivir con la familia más de lo necesario, ni siquiera en la cena de Navidad…

    Por eso es que, otorgarle a un empleado doméstico «su espacio», no necesariamente implica discriminarlo. Y viceversa.

    El que sea discriminación o no, dependerá de cómo se le trate habitualmente, y de la comunión –o no– entre sus costumbres, valores y formación, y los de sus empleadores.

    Cuando las diferencias son muchas, sentarse juntos a la misma mesa puede ser una tortura para ellos, para sus patrones, o para ambos…
    Algo que –debo confesar– no se me había pasado nunca por la cabeza. En Antropología se habla de «hegemonía» para referirse a algo que una cultura da por sentado, y que por lo mismo nunca cuestiona.
    La «hegemonía», precisamente, nos lleva a suponer que el patrón va a ser siempre «superior» de alguna forma a su empleado doméstico, y esto no siempre es así.

    Por esto es tan importante que «…el empleado doméstico cuente con UNA ZONA DE VIDA (Y HABITACIÓN) PROPIA, aparte de las de los patrones, para que tenga dónde sentirse a gusto, sin la presión de la familia, pero respetando sus costumbres. Un buen patrón, por su parte, debe respetar las creencias y moral de su empleado.»
    ____________

    ENGLISH:

DEJA UNA RESPUESTA

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

¿...Humano? / ...Human? *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.