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Por Blanca de Lizaur, PhD, MA, BA, Especialista en contenidos.

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CUANDO LLORAN LOS VALIENTES…

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PONENCIA PRESENTADA EN EL CONGRESO

VIEJAS IDEAS, NUEVAS CREENCIAS: MÉXICO HACIA EL SIGLO XXI: LA LITERATURA COMO TRANSGRESORA DE LAS FRONTERAS DE IDENTIDAD,

ORGANIZADO POR LA U.A.M. Y LA UNIV. OF LOUISVILLE, KENTUCKY (U.S.A.), , EN JULIO DE 1995,

EN LA CASA QUE ALBERGÓ LA PRIMERA IMPRENTA DE AMÉRICA, CD. DE MÉXICO, D.F.

VERSIÓN CORREGIDA ENTONCES POR LA PROPIA AUTORA.

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LA IMAGO MUNDI DE

CUANDO LLORAN LOS VALIENTES.

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«──Ved cómo os tratará el rey que reinará sobre vosotros:
Tomará a vuestros hijos y los pondrá sobre sus carros
y entre sus aurigas, y los hará correr delante de su carro.
[…] Les hará labrar sus campos, recolectar sus mieses,
fabricar sus armas de guerra y el atalaje de sus carros.
Tomará a vuestras hijas para perfumeras, cocineras y panaderas.
Tomará vuestros mejores campos, viñas y olivares y se los dará a sus servidores.
Diezmará vuestras cosechas y vuestros vinos para sus eunucos y servidores.
Tomará vuestros siervos y vuestras siervas,
vuestros mejores bueyes y asnos para emplearlos en sus obras
Diezmará vuestros rebaños y vosotros mismos seréis siervos suyos.
Y aquel día clamaréis a causa del rey que vosotros mismos
elegisteis, pero entonces Yahvé no os responderá.─
El pueblo desoyó a Samuel, y dijeron:
──¡No, no…!;  ¡que haya sobre nosotros un rey,
y así seremos como todos los pueblos!─  1 «

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CONTENIDO:

I- INFORMACIÓN TÉCNICA DE LA PELÍCULA

II- SINOPSIS

III-ANÁLISIS A LA LUZ DE LOS ESTUDIOS CULTURALES


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I           FICHA TÉCNICA

Película:                    Cuando lloran los valientes.

Director:                    Ismael Rodríguez.

Productor:                Producciones Rodríguez.

Propietario:             Películas Rodríguez.

Año:                            1946.

Adaptación:             Ismael Rodríguez.

Argumento:              Ismael Rodríguez, Rogelio A. González, Arturo Manrique   «Panseco»,    y Luis Carmona Valiño.

El argumento fue contruido sobre un cuento radiofónico de Pepe Peña,  quien a su vez se inspiró en un corrido tradicional regiomontano.

Protagonistas:         Pedro Infante (Agapito Treviño, Caballo blanco)    y   Blanca Estela Pavón (Cristina).

Antagonistas:           Manuel Mendoza (coronel José Luis Arteche),    y   Virginia Serret (Chabela).

Co-protagonistas:   Antonio R. Frausto (don Isauro), y Joaquín Roche (Pinolillo).

Co-antagonistas:     Ramón Vallarino (Edmundo, hermano de Cristina), y Eduardo Casado (general Manuel Arteche).

Al decir de García Riera (Historia documental del cine mexicano, tomo III; México, Era, s.d.; pág. 22)  fue  precisamente a partir de esta película que Infante y Pavón se consagraron como «pareja populachera» ─esto es: más querida por el público nacional─.

Dentro de la filmografía de Ismael Rodríguez, tenemos obras tan populares como Los Tres García, Vuelven los García, Los Tres huastecos, Nosotros los pobres, Ustedes los ricos, y ¡Ay, Jalisco, no te rajes!, que se encuentran aún hoy entre las favoritas de todos (como señaló el antropólogo, Dr. Néstor García Canclini en este mismo foro).

[ENLACE A:

Canción inicial de la película Cuando lloran los valentes, de Pedro Infante (de donde tomamos la foto que ilustra este artículo)]

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II          SINOPSIS DEL ARGUMENTO

La película  narra la vida  de Agapito Treviño ─alias Caballo Blanco─,  muerto alrededor de 1860 2 .

Lo que sucede antes del inicio de la película:

La madre de Agapito, Rosita, iba a casarse con Isauro, cuando Manuel Arteche ─del ejército federal─ se la roba.  Burlada por el militar ─que después la abandona embarazada─  regresa a su pueblo, para encontrar que el tiempo lo ha cambiado todo:  Isauro se ha casado y ya tiene a una niña ─Chabela─.  Y la gente, que desconoce lo que le ha sucedido a Rosita, la rechaza por el «mal paso» que cree que dio.  Queriéndola como el primer día,  Isauro, el novio abandonado,  la recibe en su casa como a una hermana, y prohija al niño ─Agapito─  cuando ella muere.

Pasan los años, y el niño se convierte en un hombre valiente, trabajador, hábil, respetuoso, honrado y agradecido… ─encarnado, naturalmente, por Pedro Infante─;  y que se ha ganado el respeto de la gente, a pesar de que ha crecido con el estigma de su origen.  Su hombría de bien conquista el amor de Cristina ─su noviecita santa─,  pero también el de la hija de su padrino, Chabela ─la cual, despechada porque él la ve solamente como una hermana, se entrega al irresponsable hermano de Cristina─.

Lo que sucede durante la película:

Al pueblo llega Manuel Arteche ─el canalla que había deshonrado a la madre de Agapito, y que es por ende su verdadero padre─  convertido en general intachable e incorruptible.  Y con el tiempo llega también su hijo, el coronel José Luis.  La llegada de éste,  emociona al general Arteche, quien ─harto de la corrupción, del abuso y de la incapacidad de sus subordinados─  confía que con la ayuda del recién llegado  podrá poner orden en la región y defenderla de alzados y forajidos.  Nada más lejos de la realidad:  Su hijo se ha vendido a los alzados, a cambio de la gubernatura de Nuevo León, y de que se respete la vida de su padre.

Tanto federales como alzados  despojan, incendian, violan, matan,  y son igualmente temidos por el pueblo  ─y aquí «pueblo» son todos los que no luchan por el poder, los «buenos»─.  Por el contrario, la rapiña de los «malos» es voraz, destructiva, y no respeta nada.  En una de ésas, los alzados asuelan una aldea y matan a la madre de Pinolillo, un niño como de siete años, dejándolo huérfano.  Agapito, nuestro héroe, decide prohijarlo y criarlo para pagar así cuanto don Isauro ha hecho por él.

Los federales ─los militares─  comienzan una «leva» para reunir reclutas  al tiempo que requisan cuanto caballo se encuentran.  Quieren llevarse a Agapito, tanto por la leva, como para fastidiarlo ─el coronel José Luis quiere a Cristina, la novia de Agapito, para él─.  Agapito, que lo sabe y que ve al ejército como un nido de malandrines cobijados por el poder, no acepta y así se convierte en un desertor  ─crimen castigado con la muerte─.  Tampoco se unirá a los alzados, porque se entiende que los ve como rufianes de la misma calaña que los soldados, aunque no actúen bajo el amparo de la ley.  Finalmente huye con su caballo a la sierra, y se une a una banda de hombres como él, injustamente despojados de todo y convertidos en forajidos para mantener a sus familias (cabe señalar que sólo se los ve asaltar a federales abusivos).

El coronel corteja a Cristina, …a la vez que se «entiende» con la despechada Chabela; promete lealtad a su padre, …y negocia con los alzados, pero al menos es un hombre valiente y recio, y con un gran amor por su padre.  El hermano de Cristina, por el contrario, es débil e irresponsable, y antes de que la leva lo obligue a unirse a los federales, se une a los alzados ─sin ver que son iguales los dos, y sin importarle que su madre y su hermana queden desamparadas─.  Cuando va al pueblo a llevar un mensaje de los alzados para el coronel José Luis, envía a su madre al cuartel a jugársela por él,  por lo que el coronel escribe a los alzados  ordenándoles matarlo por imbécil, imprudente y poco hombre.

En el pueblo, la gente se pregunta dónde está Chabela, la hija de don Isauro, y las viejas chismosas corren la voz de que se ha fugado con su «casi hermano» Agapito.  Así, cuando éste y Cristina tienen todo listo para la boda, nuestro héroe debe cancelarla, y «reparar la honra» de Chabela casándose con ella.  Él no es culpable, pero quiere pagar de esta manera a don Isauro lo que ha hecho por él.

Cuando los alzados están colgando al hermano de Cristina ─como les ordenó el coronel José Luis─,  Agapito consigue salvarlo.  Y también se queda con la carta que demuestra que el coronel ha traicionado a su bando.  El hermano de Cristina, agradece a Agapito que le haya salvado la vida, y promete casarse con Chabela ─pues si alguien tiene la culpa de lo sucedido, es él─  para que Agapito pueda casarse con Cristina.

Todo está listo ahora sí para la boda, cuando los federales atrapan a Agapito.  Éste negocia con el coronel José Luis ofreciéndole la carta que lo inculpa de traición  a cambio de su libertad.  Y cuando parece que todo va a arreglarse, llega el general Arteche, quien finalmente descubre que su hijo, el coronel, es un traidor.

Ha de morir junto con Agapito, pero al general sólo lo preocupa su honor de militar incorruptible.  Antes que permitir que los demás sepan que su hijo es un traidor, prefiere darle él mismo un arma para que se suicide.  Éste dispara un tiro.. al techo, y trata de huir por la ventana; pero los otros soldados lo atrapan y el general debe aceptar públicamente la traición de su hijo.

Sin más trámites ni juicios, el general ordena el fusilamiento del coronel y de Agapito para el amanecer del día siguiente.  Don Isauro ─el único que sabe que Arteche va a fusilar a sus dos hijos─ trata de explicárselo, pero el general no lo recibe.

Finalmente amanece, y ni la buena voluntad de don Isauro, ni la intervención de otro general, ni el clamor popular, lo hacen cambiar de parecer.  Agapito, valiente, pide ser el que dé las órdenes al pelotón, para que el general no tenga que cargar con la culpa de haber asesinado a su propio hijo ─lo dice por el coronel─,  pero en un nuevo intento de fuga de éste, su padre dispara y lo mata.  Agapito se entera entonces de que Arteche  es el hombre que deshonró a su madre ─y por ende su padre─;  y que este «intachable» general, precisamente, quiere fusilarlo sin siquiera estudiar el caso…  El descubrir que Agapito también es su hijo, no impide que Arteche se apreste para matarlo.  Agapito, en defensa propia, le dirige un tiro certero, pero se interpone Cristina entre ambos para impedir que mate a su padre.  Así muere ella en sus brazos el día en que habían planeado casarse.  Agapito, con todo y su valentía, se suelta a llorar.  Y la película termina mientras escuchamos la letra de un antiguo corrido popular: «Cuando lloran los valientes/ da tristeza su dolor…»

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III         INTERPRETACIÓN  A LA LUZ DE LOS ESTUDIOS CULTURALES (CULTURAL STUDIES)

A-        Introducción.

Cuando decidí especializarme en literatura popular ─y en ésta incluyo muchas de las obras que hoy difunden los medios de comunicación masivos e internet─, tenía muy claro que no era probable que  ochenta millones de mexicanos fueran idiotas, y sólo unos pocos  inteligentes.  Tenía que haber buenas razones que explicaran las preferencias de un público que también incluía ─muy a su pesar─ a la mayoría de los universitarios e intelectuales.  Después de algunos años de estudio, pude deslindar, efectivamente razones estéticas y narrativas que justificaban el éxito de ese tipo de obras ─telenovelas, historietas, películas, novelas, canciones…─, y no de otras.  Ahora bien, además de las razones literarias de su éxito, se dan también las sociológicas.  Por no ser fácil su análisis desde un punto de vista literario, fui dejándolas en «el tintero», …hasta hoy.

Las observaciones que les presento, se derivaron de la película Cuando lloran los valientes.  El interés de esta cinta radica en que, la visión del mundo  que presenta, permite descodificar nuestra realidad de manera curiosamente eficiente a pesar del tiempo transcurrido desde su creación (más de medio siglo).  Transcribo a continuación la primera escena, dado que en ella aparecen numerosos indicadores de la imago mundi que explicaré después.

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Cuando lloran los valientes, primera escena:

Contexto: Aldea asolada (corrales vacíos, muchacha violada, niño huérfano, chozas incendiadas, polvo y confusión).

──¡Desgraciados! ¡’Ón ‘tán! ¡’Ón ‘tán!─ grita Cleofas, el cobarde del pueblo (personaje cómico).

* Intercorte a:

──Paciencia, m’hija, ya Dios dirá─ consuela tío Laureano a la muchacha violada.

──Quiero a mi mamá─ llora Pinolillo, el niño cuya madre acaba de morir.

──Está dormida, m’hijo─ lo consuela tío Laureano.

──No está dormida… ¡Se murió!─ llora Pinolillo.

──No hijo, ¡cómo se va a morir!  Además acuérdate: Los hombres [varones] no lloran, m’hijo.  ¡Ándele, pu’s es macho!─ responde tío Laureano.

──Tío, ¿’Ón ‘tán? ¿’Ón ‘tán?─  interrumpe Cleofas.

──¿‘Ón ‘tan quiénes?─ responde tío Laureano.

──¡Los alza’os!─ responde Cleofas.

──¡Mira: P’os no pareces arcoiris tú, oye!─ ironiza suavemente tío Laureano.

──¿Por qué, tío?─ pregunta Cleofas.

──¡P’os si sales después de la tempestad, ba’oso!  ¡Ya se jueron!─ increpa tío Laureano.

──Áhi viene Agapito─ indica Cleofas.

──A ver qué […]

──¡Qui’ubo. Cleofas […]! ¡Qui’ubo, tío Laureano!  Otra vez los alzados, ¿verdad?─ saluda Agapito Treviño (Pedro Infante).

──Sí, m’hijo; pero ahora hicieron una matazón terrible estos bárbaros─ explica como resignado tío Laureano.

──¡Desgracia’os! ─apunta Agapito, con tono también de estar acostumbrado a ello.  Entonces voltea hacia Cleofas y le pide

──Por favor dale agua al caballo […]─, y dice al niño, que aún llora,

─¿Qué te pasa, Pinolillo, te asustaste?─.

──¡Yo quiero a mi mamá!─  llora el niño.

──¿Qué, …?─ pregunta Agapito adivinando, pero sin atreverse a mencionar lo sucedido.

──Se ha quedado solo─ explica tío Laureano.

──¡No, no se queda solo! ¡Se va conmigo!─ asegura Agapito.

─-¡Dios te lo pague, m’hijo!─ lo felicita tío Laureano.

* Intercorte a:

Se ve que llegan  soldados a caballo.

──¡’Ora los federales!─ exclama resignado tío Laureano.

──¡Sargento!  ¡[..revisen..] las casas, a ver qué encuentran!─ ordena el capitán

──Sí, mi capitán. ¡Vamos, muchachos!─ responde el sargento.

──¿Los alza’os?─ pregunta el capitán al grupo formado por tío Laureano, Agapito y Pinolillo (Cleofas está con el caballo en  el río).

──¿Y usté qué crè’?─ responde Agapito.

──No’más oímos el tiroteo y venimos (sic) a la carrera. Seguro que nos olieron y se pelaron─ se enorgullece el capitán.

──Pu’s áhi, no’más, van.  Si quieren, los alcanzan… ¿O les tiene miedo?─ insinúa Agapito con falsa ingenuidad.

──¿Cómo se llama usted?─ responde imperioso el capitán.

──Agapito Treviño, pa’ lo que se le ofrezca─ contesta éste.

──¡Qué se me hace que usted es rebelde, amigo! ¡Se lo va a cargar la «pelona»!─ lo amenaza el capitán, apuntándole con la pistola.

──¡No, no!─ grita Pinolillo aterrado.

Agapito, que tiene al niño en brazos, toma el cañón de la pistola y lo empuja sin prisas hacia arriba.

──¡No te asustes, Pinoli’o!  El señor y yo na’más estamos jugando.  ¡Mira!─, finge el sonido de un balazo ─¡Pum!─, y se ríe: ¡Jáai!.

──Es usté muy macho, amigo─ responde admirado el capitán.

* Intercorte a:

Los otros soldados traen a Cleofas (el cobarde del pueblo) hasta donde están el capitán y los demás.

──¡Montoneros, Habían de agarrar […] uno […], no tres y cuatro […];  sean hombres! […] ¡Montoneros!─ se va quejando Cleofas.

──¿Qué pasa?─ pregunta el capitán.

──Mi capitán, se me hace que éste es rebelde: Ya se iba con el penco─ le explica un soldado.

──¡No sea hablador! ¡Yo ya venía p’acá!─ se defiende Cleofas.

──Éste es de aquí del pueblo, y el animal es mío─ interviene Agapito.

──¡Ahí’stá! ¿No se los (sic) dije? Él me lo dejó encarga’o─ interrumpe Cleofas.

──¡Bonito caballo! ¡Qué se me hace que usté es rebelde, chaparrito!─ señala el capitán mirando el caballo con interés.

──¡Yo! ¿No será pretexto pa’ quitarme el penco, capitán?─ responde Agapito.

──¡Me está usté acusando de ladrón!─ responde el capitán.

──No, claro que no…  Por eso puedo irme sin cuidado, ¿verdad?   Con permiso─  explica Agapito zumbón, y parte llevándose al caballo y al niño.

Un soldado apunta su pistola hacia él, y está a punto de dispararle a traición.

──¡Alto!─ ataja el capitán ─A los machos no se les mata por la espalda─.

──¡Vaya, hombre, hasta que hizo una cosa buena!─ lo felicita espontáneamente tío Laureano.

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B-        Una representación de la sociedad, apreciada por el pueblo.

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§ 1       «Buenos», «malos» y «forajidos»

El mundo en esta obra, se divide en «buenos» y «malos».  Los «buenos» son todos los que gustan de vivir en paz, y que no transgreden los valores colectivos de manera grave o habitual.  Los «buenos» ─ricos o pobres, analfabetas o instruidos, que de todo hay─  conforman por ende al «pueblo», en un sentido genérico y de identificación positiva.  Don Isauro, por ejemplo, no es de los pobres, pero sí pertenece al «pueblo» ──el espectador lo considera uno de los «suyos»─.  Los «malos» son todos aquellos que se reparten el poder o que luchan por conseguirlo.  Así, los federales y los alzados  representan las dos caras de una misma moneda, pues la única diferencia entre ambos, radica en que los primeros deben sostener una apariencia de legalidad que no preocupa a los segundos:  Mientras que los alzados cuelgan a Edmundo sin mediar trámites ni perder tiempo, los federales se esperan a que salga el sol y cumplen (aunque sea parcialmente) con el ritual del condenado a muerte.

En medio de «buenos» y «malos», aparece un tercer grupo, que es el de los «forajidos» (o ladrones que no trabajan para los «malos»).  Originalmente «buenos», los abusos de los «malos» (que los despojaron de cuanto tenían)  los colocaron fuera de la ley.  Por lo mismo, no aparecen como verdaderamente culpables  sino como víctimas que a duras penas se allegan, por medio del robo,  lo necesario para continuar manteniendo a sus familias.  Cabe señalar que en la película los muestran arrebatando a los federales  lo que éstos a su vez han robado a otros ─lo cual reduce su culpabilidad─.  De cualquier manera, su condición de ladrones no les permite recibir más premio que la oportunidad de dejar esa vida  ─como cuando Agapito y Cristina preparan su partida a un lugar lejano, donde podrán empezar de nuevo─.

Podemos comenzar, en consecuencia, por decir que la imago mundi que esta obra nos ofrece, es maniquea y melodramática.  Sin embargo, su pervivencia en el gusto de todos los estratos sociales y de todas las edades, es prueba de que constituye una codificación de la realidad que aún «opera» en nuestros días ─que el pueblo todavía considera veraz, y por ende útil para sobrevivir─.

[Nota añadida en 2014:

Este link a una TED Talk reciente (2013), muestra que en México las cosas no han cambiado; sino que antes bien, en los últimos años se han revertido al estado de caos, abuso sistemático de poder, e ilegalidad generalizada, que caracterizaron a gran parte del siglo XIX, y que esta película retrata.]

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§ 2       El Pacto familiar

La culpabilidad de los federales, lo mismo que la de los alzados, no es puesta en duda, y es reforzada varias veces en la escena que acabamos de transcribir.  Igualmente, tampoco queda duda de que ambos roban y despojan injustamente al «pueblo» ─a los «buenos»─.   Si estos últimos sobreviven a pesar de la rapacidad de ambos bandos,  es por el apoyo que se brindan unos a otros ─por las redes de solidaridad que la convivencia ha establecido entre ellos─:  Don Isauro adopta a Agapito, y éste a Pinolillo.

Esto es:  a) Dado que de la gente que lucha por el poder  no cabe esperar nada bueno (¿se podría esperar un mejor gobierno de los alzados, por ejemplo?),   y  b) dado que, en tanto individuos aislados,  los «buenos» no son competencia para los «malos»,  la única defensa que les queda es la del apoyo recíproco.  Esto teje redes de compromiso mutuo, que tienen como modelo a la «gran familia mexicana».

No obstante, no estoy hablando de un modelo familiar europeo decimonónico, puesto que, aunque los lazos consanguíneos puedan servir de nexo entre los miembros, éstos no son indispensables ─como vimos con don Isauro, Agapito y Pinolillo─.  Básicamente, por lo mismo, la «familia» aparece como un núcleo humano, cuya función primordial es la protección de cada individuo miembro, en orden a la sobrevivencia de todos. Por esta razón, la «familia» puede incluir  en su sentido más lato  al compadre, al entenado, al recogido, al amigo, al empleado doméstico, al vecino, al cura ─y a todo aquel que, unido por la convivencia, acepte y merezca un compromiso de mutua protección─.  Evidentemente, la lealtad recíproca de los miembros a pesar de las cambiantes circunstancias exteriores (y de los buenos y malos momentos de cada uno), constituye el elemento definitorio de este núcleo social.  Esto da origen a que, aún cuando alguno de ellos rompa con los valores colectivos, los demás  continúen considerándolo como parte de de la «familia», porque una lealtad «a medias» desvincularía a la totalidad del grupo, y pondría en peligro la sobrevivencia de todos.  Ésta es la razón por la que Edmundo y Chabela siguen formando parte de la «familia» y mereciendo los sacrificios de los demás, a pesar de su transgresión a los valores colectivos y al propio «pacto familiar».

El construir y mantener relaciones de este tipo, representa en consecuencia la única estrategia factible para aumentar las posibilidades de no perecer ante un «mundo» hostil; y explica por qué nuestro país da tanta importancia a los eventos sociales, la cortesía, y la estabilidad de domicilio y trato con las personas, por ejemplo.

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§ 3       ¿Por qué tolera la sociedad a los malos?

La sociedad aparece como un organismo vivo.  Y partiendo de este supuesto, podemos compararla con un árbol que tolera sobre sí a dos parásitos diversos.  Si tolera a uno, es para que éste controle al otro, dado que el propio árbol no puede defenderse de él.  Consecuentemente, aceptará que el primero merme su fuerza, a condición de que no permita la proliferación del otro.  Si el primero le robara tal cantidad de sol ─por ejemplo─ que pusiera en peligro su sobrevivencia, el árbol buscaría la manera de crecer por donde el parásito no pudiera impedirlo, en orden siempre a la sobrevivencia.  Lo que la avaricia del parásito pretende olvidar, es que de la sobrevivencia del árbol, depende la suya propia.

Se entiende, por lo mismo, que hay un cierto equilibrio de fuerzas entre federales y alzados ─entre ambos parásitos─.  Es por esto que los soldados no corren detrás de quienes han arrasado la aldea ─¡podrían perder ante ellos!─, y prefieren buscar chivos expiatorios entre los «buenos» y los «forajidos».  Forzosamente deben hacerlo, pues es menester conservar la apariencia de «legalidad» ─de cumplir con el «pacto» firmado entre el «árbol» y el primer «parásito»─  para justificar su coto de poder.  Si además con ello requisan un caballo, pues ya es ganancia extra.  No obstante la apariencia de legalidad, el pueblo sabe lo que puede esperar de ellos, y don Isauro prefiere vigilar a los federales que registran su casa, para impedir que se lleven algún objeto de valor ─pues hasta la honra de la hija, está en peligro en su presencia─.

Otra razón de la hegemonía del bastión «familiar», radica en que éste constituye la única posibilidad que tiene un «bueno»  de escapar en un momento dado, de una aplicación abusiva de la ley o de ser considerado blanco(diana) de los criminales; esto es: …cuando cuenta con algún «pariente» entre los «malos».   De ahí que urja informar al general Arteche de que Pedro Infante es su hijo, como única posibilidad de salvarlo del paredón.  Ahora bien, esto es posible porque los «malos» no son extranjeros, sino mexicanos; y parientes, compadres, o amigos también de algún «bueno»  ─miembros finalmente, aunque sea indeseables, de algún «pacto familiar»─; lo cual constituye otra razón más por la cual los «buenos» no arremetan contra ellos. Después de todo, si una madre no puede impedir que le nazca una «oveja negra»,  tampoco es posible a la gente impedir que existan «malos» ─personas que, voluntariamente, elijan dar la espalda a los valores colectivos─.

La última razón por la cual los «buenos» no se levantan contra los «malos»,  es porque saben que, de arrebatarles el poder, surgirán otros que ocuparán su lugar con igual o peor despotismo.  Dicho de otra manera:  El «pueblo» sabe que, ante un vacío de poder, los «alzados», los «forajidos» y los oportunistas lucharán despiadadamente por constituirse como nuevos dueños de la «legalidad»; por lo que él, finalmente, nunca se verá libre de «parásitos».  [Dicho sea de paso, esto es precisamente lo que ha pasado en México, al darse una supuesta alternancia en el poder de los años 2000 a 2012, durante la cual la delincuencia de todo tipo se ha disparado exponencialmente].

Por todas estas razones, el «pueblo» no puede destruir a los malos.  De ahí que la existencia de dos bandos de «malos», si bien costosa para la sociedad, permita que otros (con menos escrúpulos que los «buenos»)  marquen un límite a sus fechorías.

Ciertamente, para la sabiduría popular, esto no ha de cambiar porque tiene su origen en la naturaleza humana, y en el tipo de gente  que el poder  recluta en sus filas, y que son  a)  o inocentes forzados por la ley, la necesidad o el engaño  a servir a los «malos» ─como los muchachos obligados por la leva a dar la cara y servir de «carne de cañón»─,   b)  o mercenarios sin escrúpulos, ambiciosos de bienes y de poder a cualquier precio  ─como el capitán de la primera escena, o el propio coronel Arteche─.

Toda esta elaboración sobre la «gran familia» como única institución por la que vale la pena luchar, salta especialmente a la vista al final, pues el peor «villano» ─el general Arteche─ es el que da mayor importancia a las «leyes» que a los lazos «familiares», ¡a pesar de que, paradójicamente, es el más estricto, disciplinado y «derecho» de los federales ─casi el único─.   No olvidemos que muy derecho tampoco es realmente, porque si no, no habría llegado hasta donde está; y prueba de ello es que de joven, violó a la madre de Agapito.  Su hijo el coronel, es menos «malo» que él, por dos hechos: porque  aunque traicionó a su bando por ambición, garantizó en lo posible la sobrevivencia de su progenitor, y porque ante la muerte prefirió la vida, cuando el padre quiso obligarlo a suicidarse.  En la literatura popular, la vida es siempre ─y sin importar los problemas─ el valor supremo.

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§ 4       ¿Y los medios …de información?

Como nota curiosa, me gustaría señalar que los «medios» de información aparecen representados (mínimamente) por las viejas chismosas del pueblo:  Ellas creen tener «fuentes» confiables ─lo mismo que se proclaman los medios─;  y creen conocer a las personas de las que hablan ─igual que ellos─.  Pero esto no es así:  Naturalmente se equivocan, propagan información que ─aún de haber sido cierta─  pertenecía solamente a los afectados directamente,  y causan con ello un daño mayor.

Dicho en palabras del «pueblo»:  «No hay que creer en todo lo que se dice», y sí poner en duda la mayor parte de lo que se publica…  La pregunta clave aquí es por qué:  ¿Por qué publican esto, y no tal otra cosa…?  ¿Por qué en este momento, y no en otro…?  ¿A quién beneficia hacerlo, o de quién tienen miedo y se están cuidando…? Nosotros, los mexicanos, somos escépticos de nacimiento, por naturaleza y por necesidad.

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§ 5       Territorios delimitados

En la obra, aparecen varios territorios (o ámbitos) delimitados: Un territorio franco, uno de seguridad, y el propio de cada grupo.  La pequeña ciudad constituye el territorio franco ─de libre circulación─, porque es donde todos tienen a sus «familias».  Por lo mismo, constituye el ámbito en el que todos los personajes se conocen, se encuentran y se enfrentan; y en el que las familias pueden relacionarse entre sí para beneficio de unos y otros.  Territorio de seguridad, de refugio, en el que nadie puede atacar a nadie, lo constituye solamente el santuario de la Virgen; al que llegan igual los varones que las mujeres, los federales que los alzados, los niños que los adultos, los «buenos» que los «malos» ─por eso Cleofas, el forajido cobarde, ahí sí se atreve a robar la pistola a un federal que está concentrado rezando, a sabiendas de que sólo ahí podrá hacerlo impunemente; …y por eso mismo ha de pedir disculpas a Infante por haberlo hecho, ya que ni siquiera como amigo del protagonista tiene derecho de violar la zona de seguridad del santuario religioso─.  Esto llama la atención especialmente, porque la peregrinación al santuario no es realmente necesaria para el desarrollo de la trama, y porque prácticamente todos los personajes interrumpen su desarrollo para coincidir ahí.

Así que, si en la película la única institución por la que vale la pena sacrificar la vida  es la «familia»,  la religión constituye el lenguaje común que permite juzgar las acciones mutuas a la luz de criterios más confiables que los «legales»…, facilitando el arrepentimiento de los «malos» y la convivencia ordenada entre los «buenos».  Gobiernos pueden ir y venir, crisis y problemas pueden azotar a unos y a otros cíclicamente, pero sólo una cosa da cohesión de todos los grupos sociales a través del tiempo: el fenómeno religioso, lo que lo constituye como factor claro de identidad nacional.

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§ 6       La felicidad

La obra contiene una cierta dosis de fatalidad, al mostrar que cíclicamente vivimos abundancias y estrecheces, alegrías y problemas, sin importar cuánto luchemos por evitarlas.  Por lo mismo, en esta visión del mundo la felicidad  no depende de la ausencia de conflictos, sino del no dejarse abatir por ellos.

Este no dejarse abatir  aparece, por ejemplo,  en la convicción de los «buenos», de que tarde o temprano las cosas «caerán por su propio peso», de que los «malos» se arrepentirán de sus acciones, y de que aún si no lo hacen   el futuro les pasará la cuenta por sus fechorías: La vida es un juez al que no pueden comprar ni amenazar.  ¿Cómo será la vida del rígido general Arteche  después de haber asesinado a su hijo menor y a la prometida del otro…?  Igualmente, este no dejarse abatir  se hace presente en el eterno buen humor de que hacen gala los «buenos», constituyendo la verdadera clave de su felicidad.

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C-        Realidad, fantasía, y sus consecuencias

A lo largo de este trabajo he resumido la sabiduría social de nuestro pueblo, y una posible explicación de por qué los mexicanos no creen en los «medios», en los gobiernos ─»democráticos» o del tipo que sean─ (sin por ello haberse convertido en anarquistas o «libertarios»), o en quienes les ofrecen una sociedad «mejor».

Tengo conmigo un periódico italiano cuyo subtítulo reza: «México […]: La gente común no se altera ante el derrumbe del país» 3  .  Sin duda, algo que suele llamar la atención de propios y extraños,  es  precisamente esta aparente pasividad ante la injusticia y el abuso de poder.  Algunos buscan explicarla a la luz de teorías del pensamiento importadas de otros países,  y otros más intentan encontrarle razones climáticas, geográficas y hasta biológicas.  La causa de tal «pasividad», en vista de lo hasta aquí expuesto, es mucho más sencilla;   pues encuentra su fundamento en la imago mundi que hemos descrito, y que se deja entrever en algunas obras de nuestra literatura popular, como la película de la que hemos hablado.

La aparente pasividad del mexicano, por ende, no es una falta de reacción ante los abusos, sino una verdadera reacción justificada por su cultura y su historia.

Como toda visión del mundo, la que hoy he descrito puede ser empleada también para explicar otras realidades, ya que ─para la sabiduría popular─, quien crea que los gobiernos o la democracia sólo fallan en México, está equivocado.  Hace unos días los historiadores han probado que el eficiente gobierno inglés asesinó a Lawrence de Arabia ─que tan útil le había sido durante tantos años─, por sus simpatías políticas 4 .  Su muerte, no fue un accidente; como muchos mexicanos suponen  que tampoco lo fue  la de un cardenal católico en cierta ciudad de provincia en 1993.  Y eso de reaccionar ante la muerte de un candidato presidencial como la de Luis Donaldo Colosio…  ¡El país está tan acostumbrados a los «accidentes» que tampoco cree ya en los «asesinatos»!  Podríamos decir que el mexicano es sabio precisamente por desconfiado.

Otros gobiernos y países parecen mejores, y muchos mexicanos emigran a ellos, para volver algunos años después porque el hombre es el mismo en todas partes ─según explica esta imagen del mundo, pues de no justificarse, no quedaría un mexicano en nuestro territorio [de hecho, hay emigrantes mexicanos a todo lo largo y ancho del mundo…]─.

También según esta imagen del mundo, un gobierno aparentemente más estable, más justo, resulta más dañino a la larga ─como el general Arteche─, porque su inflexibilidad ahoga al desprotegido al no dejarle un margen ante los abusos «legales» e «ilegales».  El pueblo sabe que tarde o temprano todos los gobiernos caen  ─ninguno ha podido durar para siempre─; de ahí el peligro de que se llegue a confiar en ellos, y se olviden las estrategias de sobrevivencia que sí han perdurado a lo largo de la historia ─como lo es la «familia»─.  Confiar en algún gobierno ─que no importa cuán bueno pueda llegar a ser, forzosamente habrá de ser temporal─, torna a los individuos vulnerables ante quienes hereden el poder ─según prevé la sabiduría popular mexicana, plasmada en esta película─.

Todo esto explica por qué se ha dicho que México es un país de tradicionalistas sin consciencia de ello, gobernados por un puñado de supuestos liberales.

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D-        Conclusiones

No es lógico creer que  una actitud como ésta  haya nacido de la nada.  ¿Dónde tiene, entonces, su origen?  En mi opinión, en nuestra historia reciente:  La precaria sobrevivencia del país durante el último siglo del virreinato, y desde su independencia de España, permitió una sucesión de gobiernos inestables, alguno de los cuales duró apenas unas cuantas horas ─y ciertamente, ninguno notablemente mejor que el anterior─.  Ambas gestas nacionales ─la Independencia y la Revolución─ fueron iniciadas por idealistas que creyeron poder cambiar la naturaleza humana, y que perdieron el poder en manos de otros más hábiles y menos escrupulosos que ellos.  Simultáneamente, la «bola» ─la revolución─ se institucionalizó en nuestro país, primero como forma de vida ante los atropellos de los gobiernos que se sucedieron, y hoy como partido dominante, que se espera regrese al poder en las próximas elecciones [2012].  Y eso que México nunca ha dejado de ser «democrático» ─para efectos prácticos, incluso nuestros dos «imperios», tuvieron su dosis de aclamación popular─.

El enorme sacrificio de vidas 5  sirvió solamente para que «la revolución hiciera justicia» …a otros  ─como reza el dicho popular mexicano─.  Y de una situación así, alargada por casi trescientos años, surgió una cosmovisión de sobrevivencia, inconsciente, colectiva, recelosa de toda política (como no sea para «salir de pobre …a la mala»); y a la vez ─paradójicamente─ solidaria, comprensiva, generosa y realista.  Dado que esta cosmovisión ha explicado de manera satisfactoria nuestra realidad a lo largo de tantos años, y no para unos pocos individuos  sino para gran parte de la sociedad, creo que, sin problema, podemos llamarla ideología.

El mundo vive una crisis de ideologías: Una ─el marxismo leninista─ ha sido ya derrotada en la práctica, y la otra─el capitalismo de cuño neo-liberal, que no acepta límites morales a su acción─  se muestra inestable ─al decir de muchos─ por la destrucción social, ecológica y económica  que está causando.  Pero hay una tercera ideología ─la que hemos descrito, la del «pueblo»─, que sigue vigente.  Vengan buenos o malos tiempos ─que siempre los habrá─, la sabiduría popular nos puede ayudar a afrontarlos de manera más eficiente.

Y se vuelve imprescindible dar a conocer esto hoy, cuando la peor crisis económica y social que se recuerde, apenas comienza.   …Pues incluso si no permitiera resolver problemas de envergadura, ¡al menos nos permitirá comprender por qué las obras que la reflejan, son preferidas por encima de otras en el campo de la literatura popular!

Cuando lloran los valientes,
da tristeza su dolor
al ser rota su entereza
y quebrado su valor.
Cuando lloran los valientes,
la culpa le echan al sol ─esto es: a nadie─,
los cobardes a su suerte,
y los demás a un amor.


     1       Libro primero de Samuel, capítulo 8, versículos 11 a 18.

     2     En la versión para televisión, el año aparece recortado,  por lo que no se sabe si el héroe vivió en 180X ó en 186X.  Debido a que aparecen soldados federales, tomaremos como referencia el año de 1860.

     3     «Messico […], la gente comune non si scompone per il crollo del Paese: saggeza o follia?»; Il Giornale; 10 de abril de 1995.

     4     «Descubren el misterio de la muerte de Lawrence de Arabia»; El Heraldo de México; 5 de julio de 1995.

     5     Solamente la Revolución Mexicana ─la iniciada en 1910─, segó cerca de un millón de vidas según estiman algunos historiadores (una de cada veinte); y eso sin contar las vidas cobradas por las revueltas que se dieron entre la guerra de Independencia y el gobierno del general Porfirio Díaz (al que puso final, precisamente, la Revolución).

1 COMENTARIO

  1. ESPAÑOL [ENGLISH TRANSLATION FOLLOWS]:
    En julio de 1995, presenté esta ponencia –una fecha clave para el control de contenidos en México y en el mundo–.
    Han pasado 19 años desde entonces. Comparo la imagen de México que teníamos entonces, con lo que he visto y oído en los últimos años, y veo que todo ha cambiado. Las conclusiones de este artículo, por lo mismo, necesitan ser revisadas y puestas al día; y por eso añado esta nota.
    .
    Según se deducía del análisis de la película, la sociedad mexicana solía tolerar intuitivamente la existencia de dos grupos de poder rivales, y no-muy-amados, para que uno pusiese límites a los abusos del otro –como un ser vivo que se resigna a mantener a dos parásitos a un alto costo, con tal de que el peor, no lo mate–.
    Pero el escenario actual de virtual guerra civil, de evidente impunidad y empoderamiento del culpable, y de acoso y explotación injusta y extrema del inocente –su indefensión ante abusos legales e ilegales–, parecería confirmar los peores temores del pueblo mexicano: Que ambos «parásitos sociales» se hubieran unido para reducir sus pérdidas al mínimo, incrementar exponencialmente sus ganancias y asegurar su permanencia en el poder –esto es: no incrementando la productividad y mejorando la distribución del saber, el trabajo, las riquezas y la justicia, sino desangrando hasta el límite al cuerpo social y el medio ambiente–.
    ¿Sobrevivirá México a este nuevo escenario…?


    ENGLISH:
    I read this paper in July 1995 –a key date in regards to content controls, both in Mexico and around the world.
    19 years have elapsed since then. If we compare the world-view most Mexicans shared at that time, with the current one –as reconstructed from this paper and from what I have heard and seen ever since, everything has changed.
    Hence why the conclusions drawn in this paper need to be reviewed and updated; and hence why this note.
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    As deducted from the analysed film, the Mexican people intuitively accepted to carry the heavy burden of two different and disliked rival power-groups, in order for one of them to set limits to the other –the way a living being would accept to put up with two different parasites in order to protect itself from being killed by the worst one of them.
    But the country’s current scenario –virtual civil war, impunity and empowerment of the guilty, and extreme and unfair harrassment and exploitation of the innocent –their total defencelessess when legally and illegally abused–, seems to confirm society’s worst fears: That both parasites might have merged in order to minimize their losses, to maximize their earnings, and to secure their hold on power –and not through increasing productivity and improving the distribution of knowledge, work, riches and justice, but through draining blood to the limits from the social body and the environment.
    Will Mexico survive…?

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